viernes, 14 de noviembre de 2014

HíGADO GRASO: ¿CUáL ES SU CAUSA Y QUé SíNTOMAS PRODUCE?

HíGADO GRASO: ¿CUáL ES SU CAUSA Y QUé SíNTOMAS PRODUCE?
Hígado graso: ¿Cuál es su causa y qué síntomas produce?

Determinados medicamentos, el exceso de grasa en la sangre o el abuso de bebidas alcohólicas son tres de las causas que explican la aparición de un problema de salud que, salvo dolores o molestias en algunos casos, no presenta más síntomas. Una patología que requiere diagnóstico y tratamiento y, sobre todo, evitar los factores de riesgo.

El hígado graso es, en términos médicos, un trastorno que se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en este órgano. Las causas pueden ser varias, desde los medicamentos, al abuso excesivo del alcohol o al exceso de grasa en la sangre. Aunque no es un caso muy frecuente, también puede aparecer en el embarazo, en torno a la semana 35. Si evitamos los factores desencadenantes, el trastorno puede desaparecer.

El hígado realiza diferentes funciones con la grasa. Por una parte, la capta de la sangre y la descompone para que liberen energía en las células del organismo. Por otra parte, también puede fabricar grasa a partir de los hidratos de carbono y de las proteínas. Por este motivo, el hígado graso está motivado por diversas causas, entre ellas los medicamentos, algunos de los cuales pueden actuar sobre el hígado de la misma manera que el alcohol. Precisamente, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas puede derivar, entre otros trastornos, en hígado graso. En estos casos, esta sustancia disminuye la descomposición de la grasa en el hígado, a la que vez que estimula su producción.

El exceso de grasa en la sangre se produce cuando al hígado llega, a través de la sangre, gran cantidad de grasa procedente de los alimentos o bien de la que está almacenada en el tejido graso. El primer caso explica que el hígado graso lo provoque la obesidad y la alimentación por vía endovenosa. El segundo caso sucede cuando el organismo necesita la grasa para obtener energía, como en la desnutrición extrema o al padecer diabetes, pues no puede obtenerla de los hidratos de carbono, pero también lo provocan los tratamientos con fármacos corticoides y las enfermedades endocrinas que producen el aumento de estas hormonas.

Como hemos señalado, y aunque es poco frecuente, el hígado graso también puede darse durante el embarazo, a partir de la semana 35 de gestación, sobre todo si son gemelares. Aunque su causa exacta se desconoce, se considera que puede estar relacionada con una dificultad del hígado para descomponer las grasas.

Si se evitan los factores de riesgo, el trastorno puede desaparecer en un corto espacio de tiempo, pero si se mantienen pueden derivar en problemas más severos para la salud. El hígado graso, cuando no se evita el alcohol, puede derivar en cirrosis hepática. Si además del exceso de grasa en el hígado hay una inflamación, la frecuencia de esta complicación aumenta. La gravedad es mayor en las personas obesas, diabéticas y en ancianos.

Síntomas

El hígado graso, salvo algunas ligeras molestias en la zona del hígado, no suele producir síntomas. Para la confirmación del diagnóstico suele ser necesario realizar una ecografía o resonancia magnética y, en ocasiones, una biopsia hepática. La forma que se presenta durante el embarazo provoca síntomas como náuseas, vómitos, dolor abdominal,insuficiencia renal e ictericia.

Tratamiento

Una vez que se conocen con exactitud los factores de riesgo, lo primer es eliminarlos, pero además se debe evitar sobre todo el consumo de bebidas alcohólicas. Entre los medicamentos que se están investigando en la actualidad, los más beneficios son aquellos que están dirigidos a tratar la diabetes de tipo II.

Fuente [Ellahoy.es]

DIABETES Y ENFERMEDAD PERIODONTAL: 10 PREGUNTAS CON RESPUESTA

DIABETES Y ENFERMEDAD PERIODONTAL: 10 PREGUNTAS CON RESPUESTA
La investigación clínica revela, de forma consistente en los últimos años, una vinculación estrecha entre la diabetes mellitus y las enfermedad periodontal. Coincidiendo con la celebración del Día Mundial de la Diabetes y con el desarrollo del tercer seminario europeo Sunstar-Joslin Diabetes Center, la Sociedad Española de Periodoncia (SEPA), de la mano de Héctor Juan Rodríguez Casanovas, ofrece algunos consejos prácticos y resuelve algunas dudas importantes al respecto; además, propone una mayor implicación del diabético en el control de su enfermedad y en el cuidado bucodental.

¿Existe una relación entre la enfermedad gingival y la diabetes?

Hay un aumento en la frecuencia de la enfermedad gingival entre aquellos pacientes que padecen de diabetes, añadiendo la enfermedad gingival severa a la lista de otras complicaciones asociadas con la diabetes, como la enfermedad cardíaca, el derrame cerebral y la enfermedad renal.

¿Es una asociación bidireccional?

La investigación emergente también sugiere que la relación entre la enfermedad gingival severa y la diabetes es de dos vías. Las personas que padecen de diabetes no solo son más susceptibles a padecer de una enfermedad gingival severa, sino que también la enfermedad gingival severa puede tener el potencial de afectar el control de la glucosa en la sangre y contribuir a la progresión de la diabetes.

Las investigaciones sugieren que las personas que padecen de diabetes se encuentran en mayor riesgo de padecer problemas de salud oral, como la gingivitis (etapa temprana de la enfermedad gingival) y la periodontitis (enfermedad gingival severa). Las personas que padecen de diabetes se encuentran en mayor riesgo de padecer de enfermedad gingival severa ya que, generalmente, son más susceptibles a la infección bacteriana y tienen una capacidad reducida de combatir las bacterias que invaden sus encías.

Entonces, ¿qué debo hacer?

El Informe del Médico General sobre Salud Oral establece que la buena salud oral es una parte integral de la salud total. Por lo tanto, asegúrese de cepillarse los dientes y de utilizar el hilo dental correctamente y de visitar a su dentista para chequeos regulares.

Si padezco de diabetes, ¿estoy en riesgo de padecer de problemas dentales?

Si sus niveles de glucosa en la sangre se encuentran mal controlados, usted está más propenso a desarrollar una enfermedad gingival severa y a perder más dientes que los no diabéticos. Como todas las infecciones, la enfermedad gingival severa puede ser un factor en el aumento de los niveles de azúcar y puede dificultar más el control de la diabetes.

Otros problemas orales asociados con la diabetes incluyen: aftas, una infección causada por un hongo que crece en la boca, y la boca seca, lo que puede causar dolor, úlceras, infecciones y caries.

¿Cómo puedo ayudar a prevenir los problemas dentales asociados con la diabetes?

Lo primero es controlar el nivel de glucosa en la sangre. Luego, cuidar bien de sus dientes y sus encías, junto con visitas regulares al dentista cada seis meses. Para controlar el afta -una infección micótica-, mantenga un buen control diabético, evite fumar y, si utiliza dentaduras postizas, quíteselas y límpielas diariamente. El buen control de la glucosa también puede ayudar a prevenir y aliviar la resequedad de la boca causada por la diabetes.

¿Qué puedo esperar en mi chequeo dental? ¿Debo informar a mi dentista acerca de mi diabetes?

Las personas con diabetes tienen necesidades especiales y su dentista e higienista están equipados para satisfacerlas. Mantenga a su dentista e higienista informados acerca de cualquier cambio en su enfermedad y de cualquier medicamento que pueda estar tomando. Posponga cualquier procedimiento dental que no sea emergencia si su nivel de azúcar en la sangre no se encuentra bien controlado.

¿Por qué es importante lo que como?

Lo que usted come se relaciona estrechamente con la cantidad de azúcar presente en la sangre. La elección de opciones adecuadas de alimentos lo ayudará a controlar el nivel de azúcar en la sangre.

¿Debo seguir una dieta especial?

No hay una «dieta para la diabetes» específica. Es probable que su médico le sugiera que consulte a un dietista registrado para elaborar un plan de comidas. Un plan de comidas es una guía que le indica qué tipos de alimentos consumir en las comidas y como refrigerios. El plan también le indica qué cantidad de alimentos consumir. Para la mayoría de las personas que tienen diabetes (y también para aquellas que no), una dieta saludable está constituida por un 40% a un 60% de calorías de carbohidratos, un 20% de proteínas y un 30% o menos de grasa. Debe ser baja en colesterol, baja en sal y baja en azúcar agregada.

¿Puedo comer azúcar?

Sí. En los últimos años, los médicos han aprendido que comer un poco de azúcar, por lo general, no provoca problemas en la mayoría de las personas que tienen diabetes, siempre y cuando sea en el marco de una dieta equilibrada. Simplemente tenga cuidado con la cantidad de azúcar que come y trate de no agregar azúcar a los alimentos.

¿Qué tipos de alimentos puedo comer?

En general, en cada comida, usted podría tener 2 a 5 opciones (o hasta 60 gramos) de carbohidratos, 1 opción de proteínas y una determinada cantidad de grasa. Hable con su médico o un dietista para obtener asesoramiento específico.

Mayor responsabilidad del paciente

«Las personas con diabetes en este momento de la evolución de nuestra sociedad tienen que estar cada día más implicadas en los cuidados de su diabetes», aconseja Héctor Juan Rodríguez Casanovas, miembro de SEPA y especialista en Periodoncia por la Universidad de Texas-Houston (EE.UU.). Desafortunadamente, reconoce este experto, «la diabetes es un compañero silencioso de estas personas, y la mayoría de sus complicaciones aparecen cuando ya es demasiado tarde».

Hoy en día, la tecnología permite que las personas con diabetes puedan acceder a mucha información a través de Internet, «aunque no toda la información es de buena calidad», advierte Rodríguez Casanovas, que es responsable de las redes sociales de SEPA. Por eso, es importante acceder a información que provenga de sociedades científicas o fuentes contrastadas. Además, existen aplicaciones para dispositivos portátiles (APPs) que permiten un mejor control de la diabetes, con medidas de glucemia o control de la alimentación. Igualmente, hay desde hace poco medidores de glucemia que no necesitan pincharse para obtener gotas de sangre, y que permiten el envío de los resultados al equipo que ayuda a la persona con diabetes a controlarla.

Fuente [Abc.es]

EL ENTRENAMIENTO FíSICO ES LA MEJOR ARMA CONTRA LA “GLOBESIDAD”

EL ENTRENAMIENTO FíSICO ES LA MEJOR ARMA CONTRA LA “GLOBESIDAD”
La obesidad y el sobrepeso son dos de las grandes “epidemias” de la vida moderna. Paradójicamente, resultan ser una consecuencia indeseada de la mejoría en el nivel de vida de las personas y en su acceso a alimentos más refinados, ricos en proteínas, pero también en grasas, carbohidratos y azúcares. Actualmente se discute si el manejo de quienes padecen una u otra condición debe basarse en atacar el sobrepeso mismo o en mejorar su condición física. En Estados Unidos se usa un juego de palabras para referirse al tema, hablando respectivamente de “fatness” y “fitness”. Sobre estos aspectos se refiere el doctor Jorge Trejo-Gutierrez, director del Programa de Rehabilitación Cardiopulmonar de la Clínica Mayo de Jacksonville, en Florida.

¿Es realmente la obesidad y el sobrepeso un problema de salud pública en el mundo?

Ya se usa el término “globesidad” para denominar al aumento de personas obesas a nivel mundial. En los últimos 30 años el número de obesos ha crecido en forma importante en Europa Occidental y Oriental, Estados Unidos, Canadá, Asia Oriental, Centroamérica, América Latina tropical, Nor-África y Medio Oriente.

¿Cómo incide esta situación en la cantidad de muertes asociadas?

Comparando datos de los años 1990 y 2010, las enfermedades no transmisibles o crónicas relacionadas con el sobrepeso han tenido un aumento importante a nivel mundial. Específicamente, las muertes por enfermedades cardiovasculares subieron de 12 a 16 millones y aquellas por complicaciones derivadas de diabetes se duplicaron, de 1 a 2 millones.

¿Cuál es la mortalidad, a nivel mundial, asociada a factores de riesgo individuales?

En primer término la hipertensión arterial, con unos 9,5 millones al año, causando anualmente más muertes que el tabaquismo, que implica 6 millones de decesos, incluyendo a los “fumadores pasivos”.

Hay otras causas de muerte asociadas a factores nutricionales; entre ellas, dietas con bajo contenido de frutas (5 millones); alto índice de masa corporal (IMC) y diabetes o hiperglicemia (3,5 millones); baja o nula actividad física; alta ingesta de sal y grasas y el alcoholismo.

¿Qué factores determinan el peso de una persona?

Son varios. Genéticos, ambientales y, obviamente, ingerir más energía de la que se gasta. Hasta ahora, los factores de riesgo de presentar sobrepeso y obesidad se han visto con un enfoque lineal, de causa a efecto. Pero en general, las enfermedades no transmisibles son una interacción de múltiples factores. Aunque parezca insólito, la interrelación de la economía de mercado libre ha llevado a globalización, urbanización, mecanización, que provocan aumento de la obesidad y una variación a nivel global del planeta, como es el cambio climático. Esto habla que existen los llamados “sistemas adaptivos complejos” a varios niveles. La obesidad pertenece a esta categoría de sistemas.

¿Cómo se trabaja con pacientes obesos o con sobrepeso?

Se recomiendan acciones que se pueden agrupar en grandes categorías: identificar, informar y recomendar.

Lo primero es identificar a quienes necesitan perder peso, midiendo el perímetro de su cintura y calculando su IMC. Los actuales valores de la Organización Mundial de la Salud, que definen a una persona como con sobrepeso (IMC mayor a 25,0 hasta 29,9 kg/m2) u obesidad (IMC igual o mayor a 30 kg/m2) permiten identificar a adultos con alto riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Además, un adulto con IMC igual o superior a 30, o sea, obeso, tiene un alto riesgo de mortalidad por variadas causas.

¿Qué información se entrega al paciente?

Que cuanto mayor sea su IMC y su perímetro de cintura, más alto es su riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y mortalidad por múltiples causas. Junto con ello, informar a pacientes que además tengan factores de riesgo cardiovascular, como hipertensión arterial, hiperglicemia e hiperlipidemia, que si pierden peso, aunque sea poco, pero sostenido en el tiempo, lograrán mejorías significativas en sus índices de triglicéridos y azúcar en la sangre, así como una baja en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Mayores pérdidas de peso, siempre que perduren, consiguen bajar la presión arterial, mejorar los niveles de colesterol y una mayor reducción en los niveles de glucosa y triglicéridos, con lo que se pueden disminuir las dosis de fármacos.

¿Cuáles son las recomendaciones?

Hay dos grandes grupos. El primero se refiere a la dieta necesaria para perder peso. Una de 1.200 a 1.500 calorías diarias para mujeres y de 1.500 a 1.800 para hombres, cifra que varía caso a caso. O una de “déficit calórico”, consistente en reducir en 500 a 750 calorías, respectivamente, la ingesta calórica considerada “normal” para el paciente. Es útil restringir alimentos altos en carbohidratos y grasas o bajos en fibra y aconsejable poner al paciente en manos de un nutricionista.

Lo otro es recomendar un cambio más amplio en el estilo de vida, incentivando a realizar alguna actividad física acorde a su condición y ser apoyado, por un mínimo de seis meses, en sesiones individuales o con otras personas.

¿Es útil aumentar la actividad física?

Sí. La inactividad física tiene un impacto en la salud pública comparable al tabaquismo. El riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en personas con peso normal, sobrepeso y obesidad es significativamente mayor en quienes hacen poca o nula actividad física respecto de quienes, bajo estas mismas condiciones de peso, se ejercitan regularmente. Lo ideal es combinar ejercicios con una alimentación más sana y otros cambios en el estilo de vida, como evitar las situaciones de ansiedad.

¿Qué consejo le da usted a quienes ya lograron bajar de peso?

Que participen en programas, por al menos un año, para mantener su nuevo peso, con controles médicos y que los comprometa a mantener un nivel de actividad física relativamente alto: 30 a 45 minutos diarios en promedio. Esta actividad puede ser tan solo caminar, pero a lo que llamamos “buen paso”. La actividad ambulatoria diaria reduce la ocurrencia de eventos cardiovasculares en pacientes pre-diabéticos. Se ha determinado que con cada 2 mil pasos adicionales al día se logra una disminución promedio de 8% en eventos cardiovasculares. En el mercado existen podómetros (o “cuentapasos”) y otros monitores que motivan a la persona a realizar actividad física.

¿Qué reflexión final hace usted doctor?

Que para hacer frente a la obesidad y su cuidado sanitario hay que abandonar los modelos lineales y comprender que es un tema muy complejo. Aceptar que hay imponderables, respetar la autonomía del paciente, ser creativos y flexibles. Dentro de esta consideración de nuevos enfoques está la corriente de alimentación llamada “flexitariana”, originada hace unos 20 años en Estados Unidos. Esta parte de la base de que quien la sigue es vegetariano, pero se permite cierta flexibilidad. Se puede consumir productos de origen animal, pero con menor frecuencia. Por ejemplo, no ingerir al desayuno ni almuerzo ningún derivado de la carne, ya sea, blanca o roja, ni siquiera embutidos, permitiendo sólo una cantidad escasa, no más de 100 gramos, en la cena.

La menor ingesta de productos de origen animal mejora la salud cardiovascular, es amigable con el medioambiente e incluso pudiera incidir favorablemente en la actual tendencia climática.

Para más información acerca de los tratamientos para la obesidad disponibles en la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida, llamar al departamento de Servicios Internacionales al teléfono 904-953-7000 o enviar un email a intl.mcj@mayo.edu. Para más información en español, visite www.mayoclinic.org/espanol

[Fuente: Prensa Clínica Mayo]

jueves, 13 de noviembre de 2014

ASOCIAN LOS EDULCORANTES ARTIFICIALES CON LA DIABETES

ASOCIAN LOS EDULCORANTES ARTIFICIALES CON LA DIABETES
Una investigación que se ha realizado con ratones y seres humanos ha revelado que los edulcorantes artificiales tienen un efecto directo sobre la capacidad del organismo para utilizar la glucosa


18 septiembre 2014 – Los edulcorantes artificiales, que se emplean frecuentemente en sustitución del azúcar con el fin de no engordar y prevenir la diabetes, podrían tener un efecto contrario al deseado y favorecer el desarrollo de intolerancia a la glucosa y la enfermedad metabólica, por afectar a la composición y la función de la microbiota intestinal, el conjunto de bacterias que habitan el intestino.

La intolerancia a la glucosa se cree que se debe a una incapacidad del organismo para metabolizar grandes cantidades de azúcar procedentes de la dieta, y supone el primer paso para desarrollar síndrome metabólico y diabetes tipo 2. Por ello, el consumo de edulcorantes artificiales no calóricos debería prevenir tanto el aumento de peso como la intolerancia a la glucosa.

Sin embargo, una nueva investigación que se ha realizado con ratones y seres humanos, y cuyos resultados se han publicado en Nature, ha revelado que los edulcorantes artificiales tienen un efecto directo sobre la capacidad del organismo para utilizar la glucosa.

Los investigadores dieron a un grupo de ratones agua a la que habían añadido los tres edulcorantes artificiales más usados, en cantidades equivalentes a las aprobadas por la FDA, y comprobaron que los animales desarrollaron intolerancia a la glucosa, algo que no les ocurrió a ratones que bebieron solo agua o agua con azúcar.

Al analizar la microbiota intestinal de los ratones observaron que se habían producido importantes cambios en su población bacteriana, incluyendo nuevas funciones que se asocian con una mayor propensión a la obesidad y la diabetes.

Cuando repitieron el experimento con un grupo de voluntarios que no solían tomar alimentos o bebidas endulzados artificialmente, comprobaron que una semana después de la ingesta de edulcorantes algunos habían empezado a desarrollar intolerancia a la glucosa, y también hallaron diferencias en la composición de su flora intestinal que explicaban este fenómeno.

El Dr. Eran Elinav, del Departamento de Inmunología del Instituto Weizmann (Israel), uno de los autores del trabajo, ha explicado que sus hallazgos demuestran la importancia de la nutrición y la medicina personalizada para la salud, y que el análisis de datos de nuestro genoma, microbioma, y hábitos alimenticios podría ayudar a comprender cómo afectan al riesgo de enfermedad de cada persona los alimentos y los suplementos nutricionales que consume.

¿COMER SANO ES DE RICOS?

¿COMER SANO ES DE RICOS?
Comer sano es buenísimo para la salud, pero hace daño al bolsillo. El pasado octubre, un estudio del Centro para la Investigación de la Dieta y la Actividad (CEDAR) de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) reveló que la diferencia de precio entre los alimentos considerados saludables y los que no lo son es cada vez mayor. Los responsables de este estudio tomaron como muestra 1.000 calorías procedentes de varios lotes de alimentos saludables (salmón, latas de atún, leche semidesnatada, tomates, yogures) y los compararon, calculadora en mano, con 1.000 calorías de comida poco saludable (pizza congelada, beicon, refrescos de cola, donuts, helados). El primer lote costaba de media 9,53 euros, mientras que el segundo se podía adquirir por solo 3,18. O lo que es lo mismo, una diferencia de 6,35 euros; diez años antes, esta era solo de 4,94 euros.

Ese creciente margen ha provocado que, en tiempos de crisis, aumente el consumo de alimentos económicos (que con frecuencia son los menos saludables). Esther Vivas, profesora del Máster de Agricultura Ecológica de la Universidad de Barcelona, coautora del informe Impacto de la crisis en el derecho a una alimentación sana, publicado por la revista científica de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) Gaceta Sanitaria el pasado junio, y artífice del libro El negocio de la comida, que se publica este mes, confirma que esto es así y lo expresa de forma categórica: “Hay una cuestión de clase social que determina la alimentación. Hay comida para ricos y comida para pobres”.

En su informe para SESPAS, que Esther Vivas firma con el profesor de Sociología Josep María Antentas, confiesa que era una situación previsible. “Los estudios sobre la crisis económica asiática a finales de la década de 1990 muestran que las familias reducen primero el gasto en los alimentos más caros, como los de origen animal, la fruta y la verdura”, expone.

¿A qué es debida esta asincronía en los precios? Esther Vivas apunta a que las instituciones, a la hora de destinar sus ayudas, inclinan la balanza del lado de las grandes empresas que producen alimentos de forma industrial, propiciando que el precio de estos pueda mantenerse bajo. “Los vínculos entre la administración pública y las grandes empresas privadas son muy estrechos: lo estamos viendo con el sistema bancario o las constructoras. También en agricultura y alimentación”, asegura Vivas. “Las ayudas a la agricultura benefician a los grandes empresarios y no al pequeño campesino, y mucho menos a la agricultura ecológica”.

El estudio de la Universidad de Cambridge no entra en las posibles causas de esta tendencia en los precios, pero sí recuerda que la política agrícola del gobierno del Reino Unido ha venido subvencionando la producción de lácteos, granos, aceites y azúcar, lo que ha provocado una notable reducción en el consumo de otros productos sin subsidios, como frutas y verduras.

A finales de 2013, otro estudio similar realizado por investigadores de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) señaló como posible causa la influencia de décadas de políticas agrícolas que han favorecido la producción y venta de productos alimenticios altamente procesados para obtener la máxima rentabilidad. Ese mismo informe sugería que subvencionar los alimentos sanos y gravar los poco saludables sería una buena forma de corregir el desequilibrio en los precios y empujar a la gente hacia una dieta más saludable.

Muchos de los alimentos más sanos proceden de la pequeña agricultura o ganadería, sujetas a unos costes elevados. “La producción de alimentos en el campo es menor, porque se tiende a no forzar la naturaleza. Cada tierra vale para una cosa. No se utilizan fertilizantes ni herbicidas”, explica Ana Isabel López, técnico agrario y socia de Ecogermen, una cooperativa creada por consumidores de Valladolid que se unieron para comprar comida de calidad directamente a los productores.

Una cuestión de educación
Los expertos detectan también un problema de educación: estamos “programados” para preferir la comida menos saludable. “No nos enseñan a comer bien”, sostiene Esther Vivas. “La sociedad promueve la comida barata y rápida y esto impacta en capas sociales con menos recursos e inquietudes. De hecho, las comunidades autónomas con mayores índices de paro concentran las cifras más altas de población con exceso de peso”.

"Creemos que decidimos lo que comemos, pero en realidad comemos lo que nos dicen. Entre un 25 % y un 55 % de lo que compramos en el supermercado tiene un carácter impulsivo, viene determinado por impactos y marcado por lo que hemos visto anunciado en la televisión”, dice Vivas.

Las administraciones públicas tienen capacidad para solucionarlo, pero según la especialista se quedan en la teoría. “Se elaboran programas basados en consejos y pautas pero fallan cuando se trata de poner los medios para que se lleven a la práctica”. Y pone como ejemplo los comedores escolares. “En vez de promover en ellos la alimentación saludable se conciertan acuerdos con empresas de catering que elaboran sus menús con alimentos que en muchos casos dejan bastante que desear, como por ejemplo, los congelados”.

Ana Isabel López, de Ecogermen, coindice: “Nos han enseñado que hay una sola forma de consumir. Y existen otras que a veces no son más caras, pero sí requieren un esfuerzo por nuestra parte”.

Su salud se lo agradecerá
Cuando comer sano implique rascarse la billetera, conviene pensar que estamos invirtiendo en salud, Una consecuencia evidente del hecho de que los alimentos más sanos sean inaccesibles para un amplio sector de la población es que genera desigualdad social en el ámbito de la nutrición, así como un aumento de enfermedades derivadas de la alimentación y, a su vez, del gasto público para curarlas. “Vivimos en un mundo de obesos y famélicos”, subraya Esther Vivas. “Hay tanta gente en el planeta con sobrepeso como con problemas de desnutrición”.

Conseguir alimentos saludables a un precio razonable es posible, aunque no tan fácil como hacerlo en el súper de la esquina: es a eso a lo que se refiere Ana Isabel López cuando dice que requiere “un pequeño esfuerzo”. Hay que investigar y, a veces, organizarse. Un modo de hacerlo es a través de una cooperativa de consumidores. Al ser comida adquirida directamente al productor, los costes se abaratan. Por ejemplo, en Ecogermen, un kilo de coliflor cuesta 1,70 euros, y de calabacines, 2,30. Eso sí: hay que desplazarse hasta su tienda de Valladolid o a la ciudad donde la cooperativa tenga su sede. Si quiere primar el criterio de la cercanía, otra opción es la de los grupos de consumo, vecinos que se unen en la búsqueda de productos locales, ecológicos y de temporada. Algunos surgieron del impulso del movimiento 15-M. Descartan hacer la compra en supermercados y grandes superficies y contactan directamente con los productores. En ocasiones, adquieren un terreno y lo explotan ellos mismos. Solo en Madrid capital se han fundado cerca de cincuenta grupos de consumo; más de treinta, entre grupos y cooperativas, en Barcelona. Y siempre será de gran ayuda entender la etiqueta de todos los productos que adquiera. Porque comer saludable no es un capricho, sino un pilar imprescindible para el bienestar humano.

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Los cabellos grasos
Lo más simple, ¡el agua de mar!
Si tienes la suerte de vivir en la costa, recoge un cubo de agua de mar, lo más clara posible. Después sumerge la cabeza en el agua y masajea el cabello. Esta loción muy económica permite eliminar la caspa. El plancton y los minerales que contiene el agua de mar ayudan a un reequilibrio del cuero cabelludo y lo vuelve más vivo.
Sin embargo, abstente si tus cabellos son secos, con poca vitalidad o frágiles.

Loción tónica
Mezcla 50 g de Equisetum pratense (cuya variedad más común es la cola de caballo) aproximadamente, 50 g de abedul y 50 g de tomillo. Pon las plantas en 750 ml de agua y llévalas a ebullición suavemente durante 20 minutos. Después deja que se haga una infusión y que se enfríe durante otros 20 minutos y por último fíltralo todo. Tras darte el champú, puedes ponerte la loción en el cuero cabelludo.

Los cabellos secos
Mascarilla de aceites
Mezcla la misma cantidad de aceite de almendra, de aceite de palma, de aceite de oliva y de ricino. Aplica la mezcla en todo el cabello y déjala actuar durante al menos dos horas antes de lavarte el pelo normalmente.

Mascarilla de mayonesa
Mezcla dos cucharadas soperas de mayonesa y de zumo de limón fresco y aplícalas por toda la longitud del cabello durante 20 minutos antes de darte el champú.

Para favorecer la crecida del pelo
El berro
Aplasta un manojo y obtén su zumo. Después aplícalo por toda la superficie del cuero cabelludo y déjalo reposar durante 10 minutos antes de aclararte con agua.

La tila
Pon 50 g de tila en un litro de agua hirviendo. Deja que se haga la infusión durante cinco minutos y filtra el líquido obtenido. A continuación, utiliza la loción como agua de aclarar.

El nogal
Echa dos puñados de hojas de nogal en dos litros de agua fresca y llévalos a ebullición durante 15 minutos, antes de dejar que se haga la infusión durante dos horas. A continuación filtra el líquido que podrás utilizar como loción antes del champú y dejándolo reposar 20 minutos.

Contra la caída del cabello
Loción de hojas de nogal y salvia
Haz hervir 50 g de hojas de nogal y 100 de salvia en un litro de agua de 15 a 20 minutos. Fíltralo y deja que se enfríe. Aplica esta mezcla en loción sobre el cuero cabelludo una vez al día.

El tomillo
Pon una cucharada sopera de tomillo en una taza de agua fría, lleva la mezcla a ebullición y déjala después reposar durante diez minutos. A continuación fíltralo todo para retirar el líquido. Fricciónate enérgicamente el cuero cabelludo por la mañana y por la noche.

SON LAS 11 DE LA NOCHE. ¿PUEDO PICAR ALGO?

SON LAS 11 DE LA NOCHE. ¿PUEDO PICAR ALGO?
¿Qué importa más? ¿Lo que comemos o cuándo lo comemos? ¿Debemos olvidarnos de los carbohidratos a partir de las cinco de la tarde? ¿Ayuda tomar un vaso de leche por la noche a conciliar el sueño? Reloj en mano, recorremos las 24 horas del día para averiguar qué alimentos son los ideales en cada momento.

Desde hace un tiempo se ha extendido la idea de que la calidad nutricional de los alimentos que ingerimos es tan relevante como la hora del día en que los comemos. Sin embargo, no todos los expertos lo corroboran con la misma rotundidad. Entre los que lo hacen con mayor intensidad encontramos a la doctora Andrea Azcárate Villlón (Endocrinología y Nutrición del Hospital Sanitas La Moraleja), quien afirma que “el orden, la rutina y los horarios definidos educan al cuerpo, consiguiendo alcanzar hábitos de vida saludables.” Y arguye para ello que “las hormonas que participan en el apetito, tanto en su estímulo (grelina) como en la saciedad (leptina), son segregadas bajo la influencia del ritmo circadiano (nuestro reloj interno). Esto se traduce en que la liberación de estas hormonas es mayor antes de las tres de la tarde, por eso, en la mayoría de las dietas es recomendable comer más antes de esa hora, ya que, de este modo, es posible tener un mayor control de la ingesta”.

Por otro lado, Anabel Fernández, nutricionista y dietista en Alimmenta, destaca por encima de los horarios la composición de la dieta: “En mi opinión, no es tan relevante comer los alimentos a una hora u otra del día, siempre y cuando lo que consumamos sea de alta calidad nutricional”.

En lo que sí coinciden ambas expertas al cien por cien es en la importancia de la distribución de la comida a lo largo de la jornada. La única razón por la que Fernández recomienda comer cada 3 o 4 horas es para que la persona no llegue con una gran sensación de hambre a la siguiente comida y así pueda evitar comer de forma descontrolada. "Pero si tienes toda la mañana de reuniones y llegas sin problemas a la comida del mediodía, no sería necesario ingerir nada entre el desayuno y el almuerzo”, advierte Fernández. En este sentido, Azcárate explica cómo repartir la ingesta de 24 horas entre cinco y siete comidas permite “mantener activo nuestro metabolismo, aumentar el gasto energético basal, evitar la acumulación de grasa y el descontrol de la glucosa en sangre y, por tanto, controlar la ansiedad”. ¿Qué debemos comer a cada hora del día?

7.00 horas. Objetivo: Cargarse de energía


No todo el mundo se levanta con ganas de desayunar. Si no tiene apetito, no se preocupe. “Es más importante encontrar el momento en el que realmente puedas disfrutar de la primera comida del día, que ingerir obligatoriamente algo antes de salir de casa”, sostiene la nutricionista. "La sensación de hambre nada más despertarse puede deberse a que la cena del día anterior no fue excesiva, sino adecuada, y nuestro organismo reclama más energía”, expone la doctora Azcárate.

¿Qué alimentos deberían formar parte de un desayuno ideal? Anabel Fernández nos sugiere dos excelentes ideas para romper el ayuno matutino. Si su profesión no requiere de un gran esfuerzo físico, la nutricionista plantea empezar el día con un yogur mezclado con frutas y nueces, mientras que si tiene que mover peso o su trabajo se desarrolla en un ambiente caluroso y activo, conviene que incluya un bocadillo de pan integral con jamón York acompañado de un vaso de zumo de naranja natural.

11.00 horas. Cuidado con el tentempié

Si ha desayunado a las ocho de la mañana, es normal que tres horas después sienta cómo su estómago empieza a rugir. No se reprima. Eso sí, lo ideal es planificarse y llevar algo sano de casa para no atacar la máquina de vending de la oficina. “Evite las patatas fritas o la bollería industrial”, advierte Anabel Fernández, quien aconseja “comer algo de fruta, un bocadillo de jamón York, un poco de queso fresco o una onza de chocolate negro [¡bien!] con una deliciosas fresas”

14. 00 horas. Pocas grasas para evitar la soñera


Si ha sabido distribuir la ingesta de alimentos hasta el mediodía, seguramente habrá llegado a las 14 horas con el apetito suficiente como para comer con ganas mas sin la ansiedad que nos impulsa al descontrol. La nutricionista Anabel Fernández recuerda: "Lo mejor es comenzar siempre con verdura, ya sea cocida o cruda, pues nos aportará vitaminas, minerales y fibra. Además, nos saciará y así evitaremos comer otros alimentos quizá menos saludables. A continuación, podemos variar entre carne magra o pescado o un plato de legumbres, pasta o arroz. A ser posible, integrales”.

Si nos pasamos en cantidad o con el aporte en grasas, es muy probable que nos entre sueño, lo cual es un problema, ya que todavía nos quedan algunas horas de trabajo en la oficina. "Por esta razón, lo ideal es que la comida sea equilibrada, ni muy grasa ni demasiado copiosa”, asevera Fernández.

18.00 horas. No se salte la merienda


A estas horas la jornada de trabajo ha terminado pero, ni mucho menos, el día. Todavía tenemos por delante una lista más o menos larga de actividades, como ir al gimnasio, hacer la compra, recoger a los niños, quedar con los amigos… Si tiene la buena costumbre de entrenarse por la tarde, la nutricionista Laura Pire recomienda tomar antes un batido de leche de avena o arroz con dos galletas integrales y unos 100 gramos de fruta. "Puede elegir entre un plátano, una pera o fresas. Sacian, hidratan, nutren y mantienen la energía”, concluye.

21.00 horas. Descanso, ligereza y optimismo

La mayoría de los expertos coinciden en que lo mejor es cenar dos o tres horas antes de irse a la cama. Según la doctora Azcárate, alrededor de las 21 horas sería un buen momento: “Así evitaríamos las malas digestiones, pesadez y alteraciones del sueño", detalla. Aunque reconoce que en función del ritmo de vida de cada persona, se debería individualizar la distribución de las comidas y sus horas.


Precisamente teniendo en cuenta lo difícil que resulta muchas veces cenar a la hora adecuada, la nutricionista Laura Pire nos propone cenar a la hora en que estamos acostumbrados a merendar y, tres horas después, hacer la recena. “Sienta genial y es de lo más adictivo. En tres días, se habrá apuntado para siempre”, asegura la nutricionista. Por lo que si va a picar algo a las 11 de la noche, asegúrese al menos de haber cenado mucho antes, y que este picoteo se reduzca a una pieza de fruta o una galleta integral.

Otro aspecto que conviene tener en cuenta es que “cenar ligero no es comer poco”, como recuerda la doctora Azcárate, quien añade: “Las cenas insuficientes pueden hacer que nos despertemos a medianoche con apetito. Además, si escasean los hidratos de carbono o no están presentes, puede que nos levantemos con dolor de cabeza o falta de energía, pese a haber dormido lo suficiente.”

Por su parte, también la nutricionista Anabel Fernández insiste en que lo importante es “no abusar de los alimentos grasos [mantequilla, frutos secos, embutidos y quesos curados], ya que nos producirán pesadez e influyen negativamente en la calidad el sueño”. Así, una cena ideal que nos ayude a dormir y nos proporcione ciertas garantías de descanso, ligereza y optimismo podría ser la que propone la nutricionista Laura Pire: luna crema de verduras con zanahoria o calabaza, pescado blanco acompañado con una salsa ligera y un postre tipo compota.